Friday, July 26, 2019

Primer Manifiesto a los españoles de S.M.C. Carlos VIII, Viareggio 29 de Junio de 1943.

Primer Manifiesto a los españoles de S.M.C. Carlos VIII, Viareggio 29 de Junio de 1943.

Aún cuando he procurado contestar  con el mayor afecto, uno a uno, a cuántos españoles, en reiteradas ocasiones, se han dirigido a Mi con la expresión de sus sentimientos de cariño, y de lealtad a la Dinastía Legítima, me han impresionado de tal manera, por su número, y por el ansia y devoción de sus emocionados acentos, que no me es posible callar por más tiempo mí sentir, ni mis propósitos; que en ésta Comunión de creencias y de lealtades, que han unido, en tantos años de batallar y sufrir, al pueblo Carlista con sus Reyes, han marchado siempre de tal manera juntos y al unísono, por la Misericordia de Dios, éstos y aquel, que no respondería a los deberes que me imponen mi ascendencia Familiar y mi condición de Principe, si en estos momentos de inquietud y de preocupación por el porvenir, no dirigiera a los míos, a los legitimistas y a todos los buenos españoles unas palabras de aliento y de esperanza que salen del fondo de mi alma, obedeciendo a una convicción firmisima, consciente como nunca de mis responsabilidades.



Quizás debiera aún permanecer en silencio ante las circunstancias en que el Generalísimo Franco tiene que hacer frente a tantos peligros como rodean la Patria, logrando con tanto acierto mantenerla en paz, que es inestimable don del Cielo, y marcando al propio tiempo con clara visión de sus deberes, la rotunda rectificación de la vieja política liberal y de constantes claudicaciones, características bien acusadas del régimen que padeció España durante los últimos cien años, al volver la mirada con declarado propósito de restauración, hacia el sentido Católico de la vida, nervio constante de nuestra nacionalidad, así como a su gloriosa Historia.

Pero cuando otros se agitan y apremian, pretendiendo restauraciones, que no serían jamás sin la enérgica y viril protesta carlista, mi silencio podría ser juzgado como deserción; y ante esta posibilidad y aquellas pretensiones, debo, como representante de la Dinastía Legítima, alzar mi voz para hacer presente que no se ha extinguido la Raza Familiar a que tengo la honra de pertenecer, ni ha sido ganada por la comodidad ni por la cobardía.

Dios para Quien no hay nada oculto en el alma humana, sabe que jamás me ha movido, ni me mueve al presente, ambición alguna. Víctima varias veces de la Revolución, ya desde niño, sin otro motivo que el de llevar el nombre de una Estirpe ilustre, conozco del mundo lo suficiente para saber el inestimable valor de una vida apartada de las luchas, que se desliza en la pacibilidad de un hogar cristiano, en el seno de una familia constituida conforme a los impulsos de nuestro corazón, al lado de una mujer piadosa y buena. Pero sé también, que los Príncipes nacemos para algo más que para pretender nuestra felicidad personal.

Amando a España con no menor amor con que la amaron mis Augustos Tíos y Abuelos, los Caudillos que fueron de la Comunión Catolico-Monarquica, no consentire que mi nombre pueda ser motivo de innecesaria discordia y, menos aún en momentos de peligro para la Patria. Más, tengan presente todos también, que a nadie es lícito explotar el patriotismo ajeno en provecho de una parcialidad.

La misión del Carlismo no está acabada ni cumplida. Por el contrario, cada vez se ven más claros los horizontes de su porvenir. Si se atiende a su actuación, siempre heroica y preciosa, como valladar de la Revolución liberal o marxista, no puede desconocerse que ésta se halla constantemente en acecho para aprovecharse de todo, a fin de levantar su cabeza monstruosa, sin importarle las calamidades que la Patria sufra. De ahí que nadie pueda considerarse tranquilo, ni mirar el porvenir confiadamente, sólo porque en el interior se haya acabado de ganar una victoria sobre el heterogéneo conglomerado de las fuerzas del mal.

En cuanto a la restauración de sus instituciones y de sus doctrinas, la sola subsistencia de la Comunión Carlista a través de tantas adversidades, muestra las bendiciones de Dios, que quiso probar a los suyos para mayores merecimientos y más grandes recompensas. No importa que en días como el nuestro, donde la Revolución tanto ha destruido, y tantas almas ha envenenado, no sea fácil la regeneración como obra de un día. La Gracia de Dios, en un momento, gana el corazón de la criatura humana. Los pueblos, en cambio, reaccionan más lentamente y caminan más por etapas a su salvación, mediante sucesivos esfuerzos y a costa de continuados merecimientos. Hoy todo anuncia los días venturosos en que el Carlismo, última esperanza y recurso de la sociedad española, con cuánto es y representa, presidirá los destinos de una España, regenerada, paladín, como antaño de la Iglesia Católica.

De mi tengo que decir, al recibir los derechos de legitimidad monárquica que me transmite mi Madre, conforme a la ley sucesoria vigente en el Reino, que aspiro a ser digno del honor que me confiere esta herencia y JURO mantener los Principios y el Programa de gobierno de mis agustos antecesores, los reyes de la Dinastía Carlista. No necesito ya hacer otra declaración al suscribir, como suscribo, cuanto aquéllos proclamaron y defendieron con insuperable tesón sacrificandolo todo. Sé que al abrazarme a esta Bandera que tremolare hasta la muerte, elijo el camino de los sacrificios constantemente erizado de espinas y rodeado de enemigos. Pero ese es mi deber, y el deber dignifica, ennoblece y justifica el propio vivir. Y sé también que la Tradición española, que recibe su fuerza y vigor de la fe católica y que es alma que no muda ni muere de la Patria, no desaparecerá jamás mientras España exista.

Triunfe o no en mis días, la Causa de la Monarquía Legítima, y de la Tradición nacional, estoy seguro de que, con mis leales, ese pueblo sano y fervoroso, sin par en el mundo, habrá ganado una etapa más en el camino de la salvación de España, que al fin y al cabo ha de ser cual soñaron tantos héroes y tantos mártires como llenan con sus hechos las páginas de nuestra gloriosa Historia.

Que Dios me ayude y que no me falte la asistencia de mis admirables carlistas, y de los buenos españoles.

Carlos

S.M.C. Carlos VIII.

Thursday, July 4, 2019

Declaración ante Notario de Doña Blanca de Borbón, de 12 de noviembre de 1945, confirmando la Transmisión de sus Derechos Sucesorios, como Hija Primogénita de Carlos VII, a su hijo Carlos VIII.


Declaración ante Notario de Doña Blanca de Borbón, de 12 de noviembre de 1945, confirmando la Transmisión de sus Derechos Sucesorios, como Hija Primogénita de Carlos VII, a su hijo Carlos VIII.

“Hallandome ya en el ocaso de la larga vida que la Providencia se sirvió concederme, como Hija Mayor de Mi Augusto Padre el Rey don Carlos VII, cumpleme confirmar de modo solemne, en aplicación de la Ley Sucesoria de la monarquía española, la transmisión de los derechos a la Corona de este reino, a Ti, Mi muy amado hijo Carlos, pues que fallecidos sin descendencia Mi augusto hermano don Jaime y mi augusto tío don Alfonso Carlos, y por la renuncia y otras circunstancias de mis demás Hijos Varones, a Ti te corresponde legítimamente la Sucesión.


Ruego a Dios Misericordioso que bendiga tú persona, amado Hijo mío Carlos, y te asista para instaurar en este pueblo tan noble y que tanto amor nos demostró, la Monarquía Tradicional y Te conceda un largo y pacífico reinado compartido por tu buena y amada esposa Cristina bajo el signo de la Justicia Social y de nuestra Santa Fe Católica, en una España fiel a sus destinos históricos, unida, prospera, pacífica y gloriosa. Te recomiendo, por último, que no olvides jamás los extraordinarios servicios que a nuestra religión y a la Patria viene prestando, con la manifiesta ayuda de Dios el Generalísimo Franco.

Dada en San Feliu de Llobregat a 12 de noviembre de 1945, Blanca de Borbón".

Biografía Oficial de S.M. el Rey Don Domingo I

S.M. el Rey Don Domingo I             Domingo de Habsburgo y Borbón nació en el castillo de Sonnberg, Hollabrunn, Austria, el 4 de julio d...